El junio de 2011 lo pasé en el norte de España. No tuve ningún destino, ni la ruta, tampoco tuve idea de cómo iría a moverme de un lugar a otro y donde iría a pasar las noches. Cada día me inspiraba la atmósfera, se me ocurría algo que podría cambiar el plan de otro día; así que me sentía muy libre. Un día llegué a San Sebastián para encontrarme con una amiga de Argentina. Ella estaba trabajando en Donostia (el nombre de la ciudad en euskera) viviendo con su novio en una especie de albergue. Tuvo dos vecinos, una chica de Buenos Aires y un chico de Bogotá. Durante cinco días viví con ellos sin permiso de la dirección, ay, ¡que divertido lo había pasado! Me encantó la ciudad. Mar de color esmeralda, calles llenas de gente descansando, edificios antiguos muy bonitos… Lo unico feo que había visto en la ciudad fue el Palacio Kursaal, famoso por ser la sede del Festival de Cine de San Sebastián. Juntos con los latinos (así se llamaron ellos mismos) habíamos decidido pasar el fin de semana recorriendo la costa del País Vasco. Este plan nos emocionó tanto a todos, que lo estábamos discutiendo sin parar. Podrán imaginarse Uds que con tres argentinos y un colombiano tuve que hablar tanto y tan alto que me quedé sin voz al cabo de dos días. Así que el mismo viaje pasé en silenciosa contemplación. ¡Valía la pena! Alquilamos un coche la mañana fresca del sábado y nos pusimos en camino. El primer día habíamos dedicado a la parte española de la costa vasca, el segundo – a la parte francesa. (Creo la tierra debería tragarme por haber utilizado las palabras "española” y "francesa” mientras que de cada muro nos advertía algún cartel que no estabamos en tierra española ni francesa sino vasca.) Bueno, es facil de adivinar que los paisajes fueron toda una maravilla, la pandilla muy unida y el viaje resultó muy bonito; ¡que lindo! – dirían los latinoamericanos y sí que lo habían hecho un millon de veces en el camino. Vimos muchas playas desiertas, plazas animadas; la superficie infinita del mar y las calles estrechitas de los pueblos. Después de bañarnos en Biarritz estabamos tomando mate en la playa. Fue entonces cuando el colombiano, Cezar, logró a encajar el sentido de todo el viaje en una frase: el internacionalismo es tomar mate en la playa de Biarritz en Francia con una rusa y tres argentinos siendo un colombiano que trabaja en España. Aunque sea Pais Vasco.
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