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Galicia: la mirada de una antropóloga
Al noroeste de las pardas,
remotas llanuras cerca del mar, está mi tierra.
Celso Emilio Ferreiro

Un gallego me dijo: Nos parecemos más a los rusos que a los andaluces. ¿Es muy extraño, verdad? ¿Podemos comparar dos culturas tan diferentes? Tal vez no. O si… Veamos. Cuando llegué a Galicia, encontré cosas que eran muy parecidas a las de Rusia.
La primera cosa a la que le presté atención fue a la natura¬leza. Con sus paisajes, Galicia es el país del verde. Me encantan sus montañas, sus bosques de pinos y robles añejos. Me gusta su viento fresco, el aire libre, el olor del eucalipto y el de la hier¬ba cortada en el campo.
En Rusia hay mucho verde también. El clima en Galicia es más parecido al clima de verano del sur de Rusia que al del sur de España. Si bien, no puedo hablar del clima de invierno porque no lo conozco, aunque sí sé que en Rusia hace mucho más frío.
Los dos países tienen muchos pueblecitos pequeños. En Galicia la gente todavía tiene animales domésticos: los burros y caballos, las vacas y ovejas, los pollos y conejos, los cerdos. Se parece que en Rusia y en Galicia la agricultura ocupe un lugar importante en la economía. Pero en realidad no es la verdad.

La gran diferencia radica en la comunicación de sus ciuda¬des. Aquí casi todas las familias tienen sus propios coches y pueden tener más contacto con las ciudades. Y tanto las muje¬res como los hombres conducen. Allá conducen más los hom¬bres. Además, aquí las ciudades son pequeñas y están cerca de los pueblos. Rusia tiene un territorio enorme y poca población, por eso entre los pueblos y las ciudades hay mucha distancia. Es un gran problema porque de esta forma la gente vive lejos de los centros culturales. En Rusia la mayor parte de los jóvenes del campo se va a las ciudades para encontrar trabajo, algo que también ocurre aquí. Los jóvenes de Ourense con los que me he relacionado me han dicho que también aquí es muy difícil encontrar un buen trabajo. Galicia es un paraíso para los antropólogos sociales, como es mi caso, porque su etnografía está muy viva. Los gallegos viven con su cultura propia, con su idioma, con su música celta, con su folklore, con sus fiestas divertidas, con su gastronomía… Una gastronomía como la del marisco, a la que en Rusia solo tienes acceso en los mejores restaurantes, pero son muy caros.

En Galicia no di encontrado comida rusa excepto la “ensa¬ladilla rusa”. Fue muy interesante probar la “ensaladilla rusa”, que es un poco parecida al “olivié” (una ensaladilla típica del Año Nuevo). Por lo demás ambas gastronomías son muy diferen¬tes, aunque hay un plato ruso que se lama “bliný”, que es muy parecido a lo que en Galicia se llaman “filloas”. Las tradiciones y costumbres gallegas forman parte de la vida rural, por eso la gente no tiene que luchar para demostrar su cultura especial a todo el mundo, porque su vida es ya la demostración. Por ejemplo, la lengua es uno de los elementos más indiscutibles de identificación. Aquí la gente habla en el gallego, porque es su idioma, idioma de vida rural. Estoy segura de que usa su lengua no porque quiere separarse de los otros. Por ejemplo, cuando mis amigos gallegos hablan en gallego no me ofen¬do. Estoy tranquilla, porque es su vida. Aunque no me gusta que haya tan pocos libros de Galicia en castellano, hay mucha información en Internet, por lo que tampoco es un problema para los extranjeros reconocer algo más sobre esta región de España.
Respecto a gente gallega, debo decir que es buena, abierta y muy amable. En pueblos pequeños, en donde todo el mundo se conoce, expresiones como “Hola”, “Bos días”, “¿Qué tal?” se oyen en todas partes. Hay muchas personas mayores que pasean por las calles con sus familias por las noches. Los niños juegan con sus padres. Me sorprendió mucho encontrar tantos niños en las calles a las once de la noche. ¡Cuántos niños hay aquí! No tengo miedo de la gente cuando salgo por la noche a las calles de la villa, tampoco tengo miedo a la policía. En Galicia la vida es mucho más tranquila que en Rusia, por eso la gente vive más. Allí no tienen prisa en vivir por eso tampoco tienen prisa por morir.

Este artículo estuvo publicado en la revista “Auria” en número 148 en agosto. 
Categoría: № 21 | Ha añadido: quepasa (22.10.2009) | Autor: Polina Gladkova
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