En las últimas semanas del año en América del Sur se han realizado elecciones que tienen importancia crucial para el futuro del subcontinente. La cuestión se plantea sobre todo en esta clave: ¿cambios bruscos de rumbo o la continuación de las políticas y de los procesos que hemos venido siguiendo últimamente y que habían atraído la atención de muchos observadores y amigos de América Latina?
En Bolivia el pasado domingo 13 de diciembre Evo Morales se confirmó en su puesto al frente del país andino. Con unos 63 % de los votos arrasó prácticamente a los adversarios, según el sitio elecciones2009.net.
Es importante además que el mandatario indígena – o más precisamente la agrupación política que lidera (Movimiento al Socialismo, MAS) – haya conseguido también una mayoría absoluta en la nueva Asamblea. De modo que el ex sindicalista cocalero y ahora jefe del Estado Plurinacional podrá seguir aplicando incontestado – al menos a nivel federal – su política social y nacional.
En Uruguay, la continuidad parece también estar asegurada. Aunque con cambios de carácter personal. Efectivamente el actual presidente Dr. Tabaré Vázquez será reemplazado por otro representante de izquierdas y ex ministro de agricultura José Mujica.
Es verdad que este ex guerrillero (en los años ‘60 participó en la ‘guerrilla urbana’ de los Tupamaros) con su personalidad inquieta y a veces polémica (lo que no siempre está mal, por cierto) se diferencia bastante del actual líder de la República Oriental de cuyas manos recibirá el bastón de mando en marzo del año próximo (es entonces según la Constitución que Mujica – ya electo – tomará posesión de su cargo).
El diario norteamericano The New York Times lo caracteriza así: "si bien es un hombre que se siente más cómodo conduciendo un tractor que recorriendo salones de mármol, al mismo tiempo es un hombre dispuesto a la búsqueda de consensos y a continuar las políticas de su antecesor”.
La situación es por ahora bastante diferente e incierta en Chile. Ahí las fuerzas de izquierda (que llevan casi 20 años en el poder) se han visto divididas dejando con ello en la primera vuelta pasar adelante – ¡y con una ventaja de un millón de votos! – al representante de derechas, el empresario Sebastián Piñera, aunque sin conseguir mayoría absoluta, por lo cual se celebrará una segunda vuelta el 17 de enero. En el país donde la Constitución prohíbe la reelección presidencial, el bloque de centroizquierda "Concertación de Partidos por la Democracia” (liderado por la actual presidenta Bachelet) tenía como favoritos a políticos como la senadora Soledad Alvear, el actual secretario general de la OEA José Miguel Insulza, y el ex presidente Ricardo Lagos. Sin embargo las renuncias de éstos catapultaron al primer puesto en las listas de la alianza a Eduardo Frei, un demócrata cristiano que igualmente había desempeñado como jefe de estado y es hijo de otro Eduardo Frei, presidente también en su época (años ‘60).
Parece con todo que la candidatura no satisfacía a muchos sectores de la izquierda chilena, ya que enfrentó la competencia de otros varios políticos procedentes del propio Partido Socialista (que pertenece a la Concertación y como tal apoya a Frei). Entre estos disidentes socialistas o díscolos concertacionistas, como los llaman en Chile, destacan Jorge Arrate y Marco Enríquez-Ominami, presentándose éste como independiente y aquél con el apoyo del Partido Comunista. En total han ganado casi tantos votos como Frei. Todo hace suponer que en la segunda vuelta sus electores no tendrán otra opción sino votarle a éste y con ello se podría pronosticar una victoria de la centroizquierda, pero toda esta situación nos enseña que nunca se puede quedar demasiado seguros durmiendo en los laureles, que siempre hay otros puntos de vista, que para vencer es de importancia primaria la unidad y ésta se consigue con el diálogo y el consenso.
|