El Flamenco surgió en Andalucía bajo influencia de las culturas de los pueblos que coexistían durante todos los siglos en el mismo territorio – árabe, hebraica, cristiana y gitana. Los ecos de la cultura africana también han alcanzado la península ibérica, mixturando los ritmos de negros con los andaluces.
Para la mayoría de los extranjeros la imagen clásica de la España se asocia justamente con Andalucía. El sombrero de alas anchas, los vestidos abigarrados con volantes, la flor en los cabellos y los bailes apasionados. Pero cuando escuchemos lo que se canta en el flamenco, veremos que en realidad es una música sombría y dramática y que la imagen de la bailadora andaluza es sólo su parte exterior y festiva. La tierra, en la que el flamenco surgió, está lejos de Andalucía alegre reproducida en las tarjetas postales de las tiendas de souvenires.
En la canción andaluza la nostalgia se mezcla con la protesta lírica contra la injusticia y la opresión. Los árabes fueron expulsados de España en 1492; los hebreos, que en el siglo V eran en España cerca de 100 mil, fueron obligados a abrazar el cristianismo para no exponerse a persecuciones; los gitanos, nómadas perpetuos, que eran perseguidos, junto con sus bártulos simples transportaban las tradiciones de los bailes y de las canciones. Cada uno de esos pueblos en cierto momento de la historia perdió su imperio y se vio forzado a adaptarse a las nuevas condiciones de vida, a abrazar la fe ajena, a olvidar las tradiciones predilectas, a mezclarse con otra cultura. En su música surgió la protesta disimulada contra la injusticia, la queja por el destino, en sus canciones se declaraba el lado oscuro de la vida real.
Como un rasgo característico de la danza flamenca es famoso el tradicional «zapateado» - el ritmo marcado con las tacones, el tamboreo de los tacones y de las suelas por el parquet. Sin embargo, en los orígenes de la danza el flamenco zapateado se asociaba solamente a los bailadores de sexo masculino. Puesto que aquella tecnología de realización necesita de un esfuerzo físico considerable, el zapateado durante largo tiempo se asoció a la hombría. Mientras que la danza del sexo femenino era definida con los movimientos suaves de las manos, los brazos y los hombros.
Hoy la diferencia entre la danza masculina y la danza femenina no es tan vistosa, aunque los gestos de las manos, la agilidad y la suavidad como antes siguen distinguiendo la danza femenina. Los movimientos de las manos de la bailaora son ondulados, «cariñosos» y hasta sensuales. Las líneas de las manos son dulces, ni los codos, ni los hombros no rompen la curvatura suave. Cuesta creer cuánto la suavidad y agilidad de las líneas de las manos influye en la percepción común de danza de la bailadora. Los ademanes son muy ágiles, se igualan con el abanico abierto y cerrado. Los movimientos de las manos del bailaor son más geométricos, reservados y severos, se puede compararlos con «dos espadas, cortando el aire».
Además del zapateado los bailados utilizan «pitos» (el chasquear de los dedos), «palmas» (aplausos rítmicos). En el flamenco tradicional las manos no tienen que estar ocupadas con objetos y deben estar libres para los movimientos de la danza. Las castañetas al principio se utilizaban solamente en la danza española clásica y en los bailes tradicionales andaluces, interpretados por dos bailaoras a la vez. Con todo eso por el aplauso del público ahora las castañetas son parte integrante de todo «el show flamenco».
El elemento importante de la imagen de la bailaora es el vestido tradicional llamado «bata de cola», es el vestido típico para el flamenco, a menudo de la tela multicolor con lunares ornamentados con volantes. El prototipo de este vestido fue la vestimenta tradicional de las gitanas. Parte integrante de la danza es el juego gracioso con el dobladillo del vestido.
Los vestidos tradicionales del bailaor-hombre son pantalones de color oscuro, una faja ancha y una camisa blanca de mangas anchas. A veces los bordes de la camisa se anudan delante en el cinto. El chaleco-bolero corto a veces se pone encima de la camisa. Cuando la mujer interpreta la danza que tradicionalmente se considera como masculina – zapateado y farruco - ella también se pone ese traje.
El Flamenco es más que la música y la danza. Es una concepción del mundo, un modo de ser. No es obligatorio ser artista del flamenco para pertenecer a ese mundo. El flamenco es lo que tiñe con emociones grandes e impresiones vivas.
Alejandra Primáchek se formó en antropología social en la Universidad Estatal Rusa de Humanidades (RGGU), estudiando cultos afro-brasileños y es aficionada a la música, en particular, latinoamericana.
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