Vienen a verme personas pidiendo ser admitidos en tal o cual grupo para aprender una u otra lengua. Una cosa muy común en el trabajo cotidiano de un profesor. Aducen a su favor argumentos – sobre todo cuando no tienen formalmente ese derecho – de que van a ser estudiosos y aplicados, que tienen mucho interés, una verdadera pasión por la lengua en cuestión. Y sucede con frecuencia (no pretendo generalizar) que una vez inscritos dejan de ser tan aplicados, cambian de intereses y sobre todo pierden esa pasión – si es que algún día la han tenido.
Esto, por un lado, será algo muy sabido y muy normal para la naturaleza de cualquier ser humano y quizá no me espantaría tanto, pero... Pero por otro lado últimamente recibo muchas propuestas de trabajar, choco con mucha demanda de traductores, intérpretes, profesores que es muy difícil cubrir con los viejos cuadros que existen. Cuadros esos que bien merecen los más altos elogios. Colegas mayores y coetáneos míos que me hacen sentirme muy honrado por estar entre ellos: profesionales que conocen de maravilla su oficio, poliglotas que poseen una amplia cultura y personas casi siempre muy simpáticas y asequibles en el trato de día a día... Y da miedo pensar que te encuentras delante a un fenómeno que se está acabando. Sí, por triste que sea siempre hay quien se jubila, hoy día otros, mañana tú, y no veo quien venga a tomarnos el relevo. Y no es sólo opinión mía. Yuri Románov, un magnífico intérprete simultáneo y profesor en la Universidad Lingüística Mauricio Thorez afirma: “somos una especie en extinción. Como no aparezca nadie a recoger el testigo...”
No será más que una sensación, y bastante intuitiva, además. Puede por lo tanto ser errónea. Pero no veo que haya en la generación joven mucha gente que se prepara para trabajar seriamente con el idioma. Porque es posible, pero hay que prepararse, y no es sólo un trabajar duro, se trata más bien de una toma de conciencia. Muchos dirán: pero si nosotros no somos lingüistas, somos historiadores, antropólogos etc. Vale, si ejerces la carrera en la que te has formado, estupendo. Pero si igual vas a trabajar de secretaria o de RR.PP. o en ventas comercializando lo que quieras, te preguntas: ¿no valdría más aprovechar tus conocimientos de una materia que al menos has estudiado a fondo? Parecerá herejía, pero diría que no es tanto cuestión de etiquetas. Lo que vale no es tanto ser lingüista cuanto ser profesional. Y ser profesional para mí no es sinónimo de ser especialista y antónimo de aficionado. Un verdadero profesional sí debe, a mi juicio, ser realmente aficionado a lo que hace. Y entonces se podrán hacer mucho de lo que parece difícil o hasta imposible. Pero se debe hacerlo en serio. Éste era el elogio más alto en boca de uno de mis maestros, Andrés Kozarzewski: serio. ¡Seamos serios, pues, hagamos lo imposible!
M. Mazaev es antropólogo, profesor de español y portugués. Se le conoce como a una persona de principios firmes, por lo cual ha accedido a dirigir una columna de nuestro periódico, intitulada “Principios”.
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