Los hombres, sin ilusiones, Recién nacidos, son viejos. Caminan sólo a empujones Y nunca llegan muy lejos...
Esta vieja canción española me viene a la cabeza con frecuencia. Sobre todo lo de empujones :-) Ya voy a explicar por qué, pero antes permítanme otra cita. Un texto cómico recorre la red, titulado: Preceptos del coordinador. La doctrina oculta para quien desee prosperar trabajando con la gente. Los principios de la Doctrina rezan:
“Axioma 1. Nadie necesita nada. Consecuencia a: Si de repente alguien parece necesitar algo, quien lo tenga que hacer será Usted. Consecuencia b: Nadie debe nada a nadie. Consecuencia c: Usted lo debe todo a todos.
Axioma 2. Todo se olvidará. Axioma 3. Todos esperan un empujón.” Pero la regla que me gusta más es esta: “si de pronto alguien parece necesitar algo, esto significa que: a) necesita otra cosa bien distinta; b) le han dado un empujón; c) ya es muy tarde.”
Bromas aparte, un sinfín de veces me he puesto a pensar en los dos tipos de personas con que tienes que tratar: los que necesitan algo y los que no. Los que se contentan y los que van a por más. Y no creo parecer demasiado original ni pretendo sorprender si digo que siento cierta atracción por estos últimos. Porque al fin y al cabo son ellos los que hacen mover el mundo. Aunque estar con ellos no sea sólo una experiencia interesante y agradable, sino una constante inquietud y lucha; aunque no siempre consigan los muchos objetivos a los que aspiran. Cuando hace poco con mis alumnos estuvimos hablando de un tema bastante afín: el perfeccionismo, – primero me sorprendí y después comprendí la valoración no tan positiva que daban a este fenómeno. Efectivamente, un perfeccionista no es un tipo fácil de tratar en el día a día. Es arduo, por demasiado exigente con los demás y antes que nada consigo mismo. Mas si debo hacer una opción, preferiré al perfeccionista. Porque el opuesto del perfeccionismo es la dejadez, el permisivismo, el relajamiento moral, o sea algo que – llevado a su extremo – es, en mi opinión, mucho más horrible que la excesiva meticulosidad.
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