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Inicio » Artículos » Año lectivo 2006/07 » № 3

¿DE MOSCÚ AL CIELO?
En este tiempo de muchos contrastes con frecuencia topamos con el fenómeno de división y, o más bien, con las personas que dividen y juzgan a otros a la base de procedencia, en función de si se trata de los oriundos de la capital o los nuevos llegados. Es un tópico que existe – creo yo – en todas partes; y no le faltan causas sociológicas. Por ejemplo, en España también los provinciales emigrados a la capital son a menudo tachados de arribistas dispuestos a buscar fortuna cueste lo que cueste, mientras que los madrileños serán unos chulos, o sea gente indolente y soberbia que presume de elegancia y mira por encima del hombro a los demás. Pero en mi patria y en los tiempos presentes la contraposición me parece demasiado aguda. Con lo convencidos que están unos y otros de que no hay vida decente fuera de la metrópoli... Las primeras veces que choqué con ello fue como si me plantearan un problema que para mí no existía. Creía que cada uno debe honrar y sentirse honrado del lugar donde ha nacido y crecido. En cierta ocasión un amigo se me quejó de que se sentía angustiado por ser el único moscovita en la empresa donde iba a trabajar. Luego, me miró fijamente: “ ¡Ahora me vas a decir que tampoco eres de Moscú! Pero es que tú eres un provinciano que no lo pareces, como si fueras moscovita...” No sabía si sentirme orgulloso u ofendido. Ahora bien, si realmente existe tal fenómeno como el provincianismo no es un estigma que le impone a uno su nacimiento, sino un modo de pensar, de ver las cosas, de vivir. Por consiguiente, dejar de ser provinciano significa más que nada superar dentro de sí mismo los complejos del provincianismo, abandonar la mentalidad provinciana. Y son sobre todo complejos de inferioridad, la mentalidad de uno a quien la suerte le ha dado menos que a otros, y que por ello se siente ofendido. Y por ello puede ser injusto, y por ello se pone muchas veces agresivo. Ahora bien, no hay injusticia mayor y más difícil de superar ni agresividad más peligrosa que las de uno que se siente ofendido. Y para ello no hace falta haber nacido – como dirá algún español – en Villa Bollullos de Arriba. Es que además todos somos provincianos. No es Moscú ninguna capital del mundo, tampoco, y a los buscadores de fortuna al fin y al cabo sólo se les presenta como un lugar de paso, un punto de tránsito – hasta si ellos mismos no se dan cuenta – en su trayecto: pueblo natal – centro regional – Moscú – ... ¿Nueva York? ¿Nuevo Mundo? ¿El Dorado Extranjero? Alejandro Párshev ha escrito su libro “Por qué Rusia no es América” para los que quedan. A los que quedan, a mis compatriotas les advertiría yo que hay un remedio para no extremar ambos lados del dilema: la dignidad. Y una tarea que tenemos por delante: aprender a vivir en nuestra tierra.
Categoría: № 3 | Ha añadido: quepasa (22.12.2006) | Autor: M. Mazaev
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