“Tú hablas muy a la española – me decía un colombiano con el que tuve que trabajar en cierta ocasión. – En general, no está mal, pero hay cosas que las decimos de modo diferente. Por ejemplo, ellos (los españoles) dicen feedback y nosotros decimos retroalimentación.” Pues es de este último fenómeno que les iba a hablar... “A veces llegan cartas con sabor amargo...” Así empieza una famosa canción (de Manuel Alejandro y Ana Magdalena) interpretada en diferentes ocasiones por diversos artistas. Y no es sólo canción. Más de una vez me ha ocurrido recordar esas palabras al enterarme de ciertas reacciones que provoca este modesto proyecto – me refiero al ¿Qué pasa?
Llegan hasta nosotros comentarios a veces extrañamente hostiles. Llegan por vías indirectas, a veces no son ni siquiera dirigidos al periódico como tal, sino lanzados así al azar, dichos al acaso... Lo atractivo de la crítica destructiva, aniquiladora es que sea muy fácil. Hay sicólogos caseros que ante un comentario crítico que les molesta no tardan en resumir: es envidia. Y se quitan un peso de encima, sin pensar más en ello. Tendrán razón en ciertos casos, no lo dudo. Pero hay gente sinceramente convencida de que lo hacemos mal. Y hasta diría: de que hacemos mal. Propio así: me han hecho ver comentarios de una nuestra ex-compatriota que vive allá en América y está segura de que los rusos escribiendo en español ¡nos hacemos daño a nosotros mismos y a la lengua española! Pero dejando aparte estas absurdas exageraciones: si ves que no es perfecto lo que se hace y eres capaz, ¿no sería más bonito echar una mano antes que detractar? Pues sucede que – y aquí paso de la mítica noticia mala a la buena – muchos efectivamente así lo hacen. La verdad es que la retroalimentación no arroja sólo comentarios negativos (y menos mal que sea así). La mayoría de las reacciones es positiva, es de apoyo. En muchos casos se trasforma en colaboración. Lo bueno es que la lengua española sea para todos. Que muy afortunadamente nadie podrá jamás privatizarla. Lo que no significa que dejemos de cuidarla y respetarla. Cuando una cosa se hace por gusto – y creo que es el caso nuestro – uno trata de hacerla lo mejor posible. Es como cuando aprendes un arte, no basta dominar ciertas técnicas, no tiene sentido si no buscas la belleza. No posees la perfección, pero tratas de conseguirla. Y entonces no ahorras fuerzas para dar lo mejor de ti.
M. Mazaev es antropólogo, profesor de español y portugués. Se le conoce como a una persona de principios firmes, por lo cual ha accedido a dirigir una columna de nuestro periódico, intitulada “Principios”.