El domingo pasado, a las siete de la tarde tuvo lugar el acontecimiento que con diferentes sentimientos habían esperado los políticos y la gente común en muchos países del mundo. El parlamento de Kosovo declaró la independencia de este territorio autónomo de Serbia. Y aunque todos comprendían la inminencia de este acto - y las autoridades de Kósovo lo habían aplazado más de una vez - a pesar de todo eso la declaración de la independencia de Kósovo provocó una reacción violenta en los círculos políticos del mundo entero.
¿Por qué este acontecimiento, que, a primera vista, era de escala local, se hizo la causa de tantas discusiones furiosas? Pues nuevos estados aparecen en la Tierra con regularidad: el último ejemplo – es del Timor del Este, que se separó de la Indonesia hace unos años. Y hasta en Europa el surgimiento de un nuevo estado no es un caso tan extraordinario. De la península Balcánica, ni que decir tiene: su mapa política cambió varias veces sólo en el siglo XX. ¿Pero por qué el caso de Kósovo lo consideran como único en las relaciones internacionales y muy peligroso para ellas?
Lo que pasa es que en este caso volvieron a chocar dos principios fundamentales del derecho internacional: el de la integridad territorial y el derecho de la autodeterminación de las naciones. Y por primera vez en la historia del derecho internacional venció el segundo principio. Por primera vez un territorio autónomo de un estado declaró su independencia y fue reconocido por otros estados a pesar de que no tenía este derecho. Por eso el caso de Kósovo, como dicen muchos diplomáticos y expertos, derrumba todo el sistema de las relaciones internacionales y pone en peligro la integridad territorial de otros estados. Es sabido, que otros estados, como Georgia, Moldavia y Chipre tienen problemas semejantes al de Kósovo. Y el reconocimiento del estado de los kosovares por la comunidad internacional puede convertirse en un precedente y provocar nuevos conflictos armados en estos países. Pero no hay que proyectar la situación de Kósovo a otros casos semejantes. Tiene muchas peculiaridades. Para que comprenderlas, hay que tener en cuenta las duras peripecias de la historia de este territorio.
A mediados de los años 90, el conflicto latente que existía aquí pasó a la forma armada: los albaneses empezaron a «limpiar» la región de la población serbia y atacar sus fuerzas armadas. En contestación el régimen de Milošević mandó a Kósovo sus tropas, que organizaban la exterminación de la población albanesa con pretexto de la lucha contra el terrorismo. Fue la guerra en Kósovo que se hizo el pretexto para la «intervención humanitaria» de la OTAN en Serbia. Después de aquellos acontecimientos Kosovo pasó bajo un protectorado internacional. Pero ni la presencia allí de las tropas extranjeras pudo defender la población serbia de Kósovo. Se vio obligada a abandonar su patria. Desde estos tiempos más que doscientos mil serbios dejaron Kósovo.
Existe la opinión de que el caso de Kósovo es único. El movimiento nacional de los kosovares es fuerte y durante mucho tiempo la región tiene la independencia real de Serbia. Demasiado fuerte es el odio entre los serbios y los albaneses. Será imposible obligarles a que vuelvan a formar parte de Serbia. Y Serbia misma no tiene hoy día ni las fuerzas para recuperar Kósovo, ni el deseo de empezar nueva guerra. Tampoco EE.UU. le permitirán que emprenda alguna acción contra Kósovo. Además, la Unión Europea, que hace poco asumió la responsabilidad de Kósovo, tiene bastantes medios para elevar la economía del nuevo estado. Otras repúblicas irreconocidas no tienen aliados tan ricos...
Por eso, como me parece, la independencia era la única solución para resolver esa crisis. No hay que obligar a los pueblos a que coexistan en un estado, si no lo desean ellos mismos.
Y Rusia, ¿qué puede hacer en esta situación? ¿Cómo puede ayudar a los serbios, al pueblo hermano, que sufre su tragedia nacional? Por desgracia, hoy no tiene ninguna influencia en la situación. Todo ha sido decidido sin Rusia. Las posiciones rusas en la región fueron perdidas ya en los años noventa. Pero los serbios siguen esperando una ayuda. En Kósovo, se organizaron manifestaciones con el eslogan: ¡Rusia, ayúdanos!
En realidad, la situación para nuestro país se convirtió en un callejón sin salida. De una parte, no puede cambiar de una vez toda su política en este problema y reconocer a Kósovo. Ni en Rusia, ni en el extranjero nadie lo comprenderá. Y de otra parte, es imposible conservar eternamente la posición actual. Por ejemplo, para organizar la ayuda a la minoría serba en Kósovo o abrir allí la misión diplomática, hay que reconocerlo. En todo caso las autoridades rusas tendrán que resolver un problema muy complicado.
El artículo ha sido preparado con la utilización de materiales del sitio de la ‘Radio Liberty’ www.svobodanews.ru
Yuri Shíjov es estudiante del segundo curso de la Universidad Lomonósov de Moscú. Se interesa por la historia moderna y la vida política de los países europeos y los del Oriente Próximo. En su tiempo libre es un turista aficionado y un hincha y jugador de fútbol y hockey.
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